En versos y pasajes de cuentos de Borges anida la microficción (María Kodama) |
BREVEDADES EN SU TINTA
Las historias que siguen son muestras al azar de lo producido por participantes en la Clínica de Microficción que dicté en la Sociedad Argentina de Escritores (SADE Central, Buenos Aires), en el Taller de microrrelato de la Fundación Internacional Borges (foto: junto a María Kodama), el Seminario 'Poesía y microficción' de la Universidad Nacional del Sur, y cursos del Espacio El Aleph. Muchas gracias por la experiencia de mutuo aprendizaje.
Edgardo Ariel Epherra
MAGIA
Yo me acuerdo muy bien del último cumpleaños de la tía Enriqueta. Lo único que quedó fue esa foto de la mesa en el patio, que alguno sacó antes del festejo. Todos insistieron en celebrar a lo grande. ¡Grande era la tía Enriqueta que confundía a su hermana con su hija y a su hija con su mamá! Para qué diablos lo querían festejar. Y con globos y regalos absurdos. Mi cuñada, la Sofi, le regaló un collar con piedras de colores, y la pobre Enriqueta creyó que eran confites y se los comía. Y el tío Oscar le trajo un frasco de perfume. Cuando nos descuidamos la vieja tenía la cabeza toda mojada con un olor espantoso a esa fragancia barata. Yo aproveché y no le regalé nada; si ella ni se avivaba. Esa plata hacía más falta para una docena de pañales o para la comida. Pero no, el festejo, el festejo. Y para rematar: un mago. ¡Sí, un mago! Les dije que magia había que hacer con la tía Enriqueta para pagar los remedios y la enfermera que venía a bañarla. Y ellos, que no, que este mago cobraba barato, que era recomendado, que traía un ayudante… Bueno: esa parte se cumplió; lo del ayudante, digo. El pibe fue el que nos encerró en el dormitorio apuntándonos con un bufoso mientras el mago hacía desaparecer todo lo que se afanaron de la casa.
Gladis López Riquert
GUARDIA DE CENIZAS
Después de dos años Renato volvía a su casa. Se cuidó de llegar a la hora de la siesta, cuando el barrio entero dormía. Sigilosamente abrió la puerta. Las bisagras oxidadas dieron el alerta y desde el dormitorio su esposa Jacinta gritó : '¿Quién anda? ¡Quién anda!'. Renato se paralizó. La mujer otra vez estaba haciendo de las suyas. Entonces subió resignado la polvorienta escalera, entró sin golpear, levantó las sábanas y se acostó. En el dormitorio no había nadie.
Diego Lanis
RECURSOS
Pensativo, calculó su próximo movimiento: “Tengo que optimizar el uso de los recursos, minimizar los costos y mejorar la calidad del producto”. Como se sabe, le bastó con una costilla de Adán para lograrlo.
Ana María Villalobos
UN MIEDO EXTREMO
La justicia por fin se expidió. Era el día, llegaba la hora. Iván esperaba en su celda. Pasó muchos años en prisión pero no estaba preparado para lo que seguía. Nadie nunca está listo para esto, pensó. Se levantó del camastro. Se acercó a la reja. Recordaba cuando era bebé, agarrado a los barrotes de su cuna, en tiempos en que tenía mamá y papá y un futuro. Movió la cabeza para deshacerse de esas imágenes porque la angustia le subía del estómago a la garganta. Se abrió la celda y lo sacaron. Mientras caminaba por el corredor se preguntaba si alguien allí lo echaría de menos, y sentía lo absurdo de ir esposado. ¿Adónde iba a ir? Se abrió la última puerta. Iván entró en pánico. Los guardias lo asistieron tratando de controlar su agitación. Cuando se recompuso dejó el penal pero estuvo un largo rato mirándolo inmóvil desde la vereda de enfrente.
Celina Costa
RUNDÚM
Pablito habla solo frente al espejo.
-¿Con quién hablás? - pregunta la madre.
-Con mi amigo Rundúm, pero vos no lo ves porque ya se fue -contesta.
-Imaginación infantil -piensa la madre.
Un día cuando Pablito no está en la casa, el marido encuentra a su mujer hablando sola frente al espejo:
-¿Con quién hablás?
-Con Rundúm, pero vos no lo ves porque ya se fue -responde ella.
Sensibilidad femenina –piensa el hombre.
Al tiempo el padre mira hacia el jardín y ve a un niño desconocido que habla solo. Se acerca y le pregunta:
-¿Podés decirme quién sos vos?
-Rundúm –dice el chico.
-¿Y con quien hablás?
-Con tu mujer y con tu hijo. Pero vos no los ves porque ya se fueron…
Mabel Fredes
SERENA PIEDAD
El viento se había detenido. No quería desparramar desilusión.
Silvia Cadile
LAS HUELLAS
Un día sin sol y sin nubes llegaste adonde empieza el mar. Tus pies tocaron el agua y ellas quedaron en fila, reunidas para llorarte.
Flavio Hernández
UNA NOCHE
- Nunca pensé que iba a ser tan difícil –dice Ana temblando.
- Tranquila, amor; ya se acabó - la consuela Pablo.
Están tendidos en la arena, borrachos de vino y de pasión.
Hacen el amor como si fuera la última vez.
Saben que el cadáver del marido de Ana fue descubierto.
Los perros de la policía ladran cerca.
Gladys Abilar
DESNUDO
La mujer posa en el taller del pintor. Esta vez el artista le ha pedido que se desnude.
-Hoy más que nunca necesito que estés concentrada -dice él.
Poco a poco el cuerpo femenino toma forma en la tela.
-Sé que vas a enojarte, pero debo salir un momento— pide la modelo.
-¿Salir? ¿No me entendiste? ¿Qué te pasa?
-¿No te ha pasado sentir una mirada clavada en la nuca? Temo que mi hija me haya seguido.
La mujer se viste y entreabre la puerta. Caído en la vereda, un osito de peluche la mira.
Teresita Saint Esteben
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